
Sé ya, y por experiencia lenta, que cuando fumo, voy a soñar esa noche. Y no es cualquier sueño, porque son de los que se olvidan.
Como cualquier otra noche de exceso, llegas a tu casa siguiendo un patrón, un camino grabado al cerebro, donde andas por inercia y ahí te replanteas tu vida.
Si llegas sobradico, la cama te espera con dulzura y ternura, pero ¡aaay!, cuando llegas ciego... te remplateas si aventurarte o no. Si decides que no, una limpieza de estomago y pa' la cama, que ya es menos nivel de alcohol en la vista.
Pero a veces, esos dias que llegas a casa orgulloso de tu pelotazo, de saber que al dia siguiente duermes todo el dia, te acercas al frigorifico, bebes un traguico de agua fresca, y te adentras en el mundo de la cama.
Sabes perfectamente que te va a dar vueltas, que tu somier esta dentro de una noria de feria y que ves incluso pasar las luces del fondo... agobiante, si, lo reconozco, pero justo esos dias, merece la pena soñar.
Y soñar...
Y ver como el dulce del ron, envuelve tu paladar, contagia tu saliva y empiezas a pensar mejor.
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