jueves, 7 de abril de 2011



Soledad, áspera soledad; definición absurda de compañía sorda vestida de negro, que cuando no expresa emociones para recibir el consuelo, se escucha un sordo y monótono ruido que golpea el pecho.
Sentir, debilmente y sin consuelo, que poco a poco se duerme este mísero organo hasta que vagamente emite gritos de recuerdo, pidiendo dolorido que se le conceda el derecho a querer de nuevo.

Incapacitado, sin apenas poder pensar, me tenían atado en una silla sin cuerdas con opción a levantarme. Sin embargo, una fuerza invisible me retenía sin cesar, con más energía de la que yo podía mantener, y susurrandome al oído un canto de sirenas que me hipnotizaba para aguantar.
A oscuras, y sin nadie más, alternaba vicios con maldad, saboreando algo antes desconocido y a la cual llaman libertad.

Una conversación, una risa de más, las cosas que cabían en aquel vaso de chupito era lo único que me importaba en realidad.

Aunque como siempre, gritando lo que quería, no había ningún oído que me escuchara... lo único que necesitaba era; una copa, un cigarrito, y el respirar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

en serio, me encanta

Anónimo dijo...

De mis favoritos...ha tocado fibra...muy profundo y cierto!!!...me gusta mucho!