lunes, 8 de junio de 2009


Sólo llegué hasta el final porque ella me lo dijo.


En un principio no estaba convencido, sabia en el fondo que era lo que debia hacer pero dentro de mi existía una vocecilla que me echaba para atrás. Como cualquier tonto enamorado seguí sus pasos, y así terminó, ella mirando hacia arriba y yo mirandola a ella, pero nunca se dió cuenta.


Intenté mostrarle quien era yo, por quién habia luchado y hacia donde iría siempre, pero de poco le valian las palabras no remuneradas. Me acerqué a su cuello con sigilo y le musité : ' No te preocupes, ya estoy aquí. ' - Pero firmemente y sin pestañear siguió adorando el reflejo.


Salté, bailé, y mil monerias más para llamar su atención, hasta le hablé de a quien estaba mirando pero igualmente me rechazó. Se refería a ella como un ídolo, como una cola a la que seguir, reflejando en ella todo cuanto desea para cumplir. Y en el fondo cree que fue la luz blanca la que le conquistó.


Un día le expliqué la diferencia entre la noche y el día, entre el parásito y su origen, pero seguidamente (e incluso aun mas dolorosamente) me lo negó. Pero incasadamente seguí.


Ya pasados los años así seguimos... ella mirando a la luna y yo a ella, pero aunque no se de cuenta de cómo mira, seguiré enamorado de mi estrella.






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